—Pero tú le seguirás animando, ¿verdad?
—Mira, en junio, mi hijo Toni tenía que examinarse de un parcial que le había quedado. Vino a Mallorca y durante esos diez días que tenía sin clase, en un momento dado, le dije que se pusiera a estudiar un poco. Y me contestó: “No querrás que estudie siete horas al día”. Y le respondí: “No, no tengo ningún interés en que estudies ni siete ni dos ni una, pero sí que tengo interés en que apruebes. Si Dios te ha dado la capacidad de Einstein y en 20 minutos te lo sabes, perfecto, pero si no te la ha dado y necesitas estudiar siete horas, pues estudias siete horas”. Y así con todo. Lo mismo lo aplicaba con Rafael. Tienes que entrenar o estudiar lo que necesites para aprobar, porque al final hay distintas capacidades y cada cual tiene que asumir las suyas.
—Entonces, no estamos ante otro Nadal que pueda llegar a lo más alto.
—A la altura de Rafa no va a llegar mi hijo ni en broma (ríe). Yo no me planteo la vida de esa manera, lo que me planteo es: ¿tú tienes ilusión por hacer algo en la vida? Ve al límite, después ya veremos dónde llegas, pero ve al límite. Cada uno tiene que ser consciente de su realidad y así te irá mejor y no pasa nada. No todos somos Federer, Rafael, Messi, Amancio Ortega… no. Hay muchos niveles y, cuando uno hace todo lo que puede, encuentra la satisfacción personal y eso es lo que tenemos que buscar en la vida.
—Insisto, entonces, le animas a que siga o no.
—Mi hijo o yo podemos tener ilusión, pero uno tiene que ver la realidad y asumir la dificultad, porque es muy difícil, las probabilidades de que llegue a ser un gran jugador son escasas. Pero tengo que intentarlo.
—Lo que has aplicado en la carrera de Rafa ¿lo aplicas en todo en la vida?
—Siempre, no solo con Rafael, sino con todos los chicos a los que he entrenado. No es una cuestión de ganadores o no, sino de intentar hacer las cosas bien en la vida. Por eso se tienen que mantener los principios. Como te decía, una de las cosas que dan sentido a la vida son los retos, lo que cuesta conseguir las cosas… Si a mi sobrino no le hubiera costado nada conseguir todo lo que ha logrado, no lo habría valorado igual que como lo ha valorado sabiendo todo el esfuerzo y los sacrificios que le ha costado. Es un valor aplicable al deporte, a la empresa, a todos los aspectos de la vida, y es algo que he enseñado a los chicos que he entrenado, en la academia, a Rafael, a mi hijo… con todo el mundo. Eso que enseño, lo aplico.
—¿De qué aspecto te sientes más orgulloso de tus hijos?
—Estoy contento y me siento orgulloso de que mis hijos sean buena gente, porque sé que lo son, y eso es lo principal en la vida. Después, son personas empáticas, procuran no hacer daño a nadie, son normales, no son ni muy brillantes en la universidad ni en el tenis, pero son buena gente y creo que esto es lo más importante de la vida.
—¿Qué valor le das a la familia? ¿Eres un hombre muy familiar?
—Sí, soy un hombre familiar, me gusta estar con la familia. También me gusta que cada uno tenga su espacio, yo incluido, pero creo que uno de los ejes principales de la sociedad es el ambiente familiar. Yo me crie en una familia de cinco hermanos y siempre hemos estado muy unidos. Creo que mis padres lo pasaron muy bien viviéndolo y yo procuro seguir el mismo ejemplo.